Desde que visité las pintorescas calles adoquinadas del Viejo San Juan hace muchos años, quedé fascinada con este precioso destino que rezuma cultura. Puede que tenga algo que ver con los llamativos edificios y sus verjas de hierro forjado decoradas con flores de colores, o quizá se trate de la historia del Viejo San Juan, que se remonta al siglo 16. ¡O a lo mejor se debe a los gatos, porque hay muchísimos!
Sea lo que sea, sin duda yo he vivido una historia de amor con el Viejo San Juan. La calidez de la gente y su empeño por mantener sus raíces no tiene comparación. Al pasear por sus estrechas calles es posible atisbar el orgullo que impregna los museos y las galerías repletas de obras de arte. ¿Y he hablado ya de los restaurantes? ¡Los puertorriqueños sí que saben disfrutar de la comida! Con tantos increíbles lugares en los que comer será mejor que echemos un vistazo a mis favoritos.